Ayer en el metro y en la estación de Pushkinskaya, a eso de las 10 de la noche, entró en el vagón en el que iba un rapaz de entorno a 25 años, demacrado, cansado y con síntomas de borrachera o abstinencia “droguera”, vendiendo planos de la ciudad a 100 rublos. Mientras anunciaba las bondades del producto, un grupo de jovencitas de no más de 16 años comenzaron a cantar, impidiendo así que la débil voz del vendedor ambulante llegase más allá del cuello de su camisa. Un caballero maduro que a mi lado estaba sujeto a la barra como yo para evitar desequilibrios debidos a los tirones del convoy, le compró uno de los planos, más por limosna que por necesidad de situarse en la ciudad, me pareció. Al pasar ante las cantarinas jovencitas, el joven las dirigió una sóla frase: “ A vosotras el dinero os lo dan vuestros padres” y se apeó en Tejnologuicheskii Institut para cambiar de vagón y continuar su labor. Por aquí son vacaciones escolares, por lo que las susodichas chavalillas iban o venían de jolgorio.
Quizá estuviera en exceso receptivo o impresionable o “blandito”, porque situaciones similares las veo casi todos los días dado que circulo por la ciudad en transporte público o sobre mis dos piernas, pero la imagen desagradable que me impregnó es la de una vulgar selva donde ni siquiera se sigue la ley del más fuerte. Rije la ley del más tonto. Qué panorama. Llegué triste a casa y me acosté pensando en ello.
p.s. No es que sólo pase esto en Rusia, dado que creo es un comportamiento importado por la juventud de aquí. Antes no se veían estas cosas, sin entrar en detalles. Globalización. Ufff
