Que no el veneno anti molestas plagas de insectos. En la última semana, hablando con rusos y rusas (rus@s, que cursi queda todo esto), llego a algunas curiosas conclusiones, por supuesto tan sólo indicativas del carácter de la/las personas que coinciden en sus propias opiniones mayoritarias:
1.- Los hombres de San Petersburgo parece que se quieren demasiado a si mismos. El cuidado a la familia queda en un segundo plano. La situación geográfica (norte) sería una de las causas, por comparación con los hombres del sur de Rusia y/o mediterráneos, más “familieros”.
2.- En el metro viajan los pobres y visten colores obscuros como reflejo de su situación anímica, provocada a su vez por la económica y social.
3.- Los inmigrantes procedentes del cáucaso no son recibidos cordialmente precisamente y/o curiosamente por estos lares, aunque se ocupan de manera casi monopolística del comercio en mercados de abastos. Siempre han estado estos prejuicios instalados en la sociedad rusa, ya desde época soviética, ahora exacerbados por la economía “del mercado”.